Durante las temporadas que Sean Scully pasaba en Barcelona a partir de 1992, frecuentemente salía de excursión por Montserrat acompañado de su esposa, Liliane Tomasko. Le gustaba andar por los senderos de la montaña en busca de los hilos conductores de su vida de irlandés en el exilio, que indaga sus propias raíces.

Por la prensa y por medio de sus amistades se informó de las actividades culturales del Monasterio de Montserrat y de su papel en la vida social de Cataluña y en la lucha por la democracia en tiempos difíciles. En el verano de 2005, por mediación de su galerista de Barcelona, Carles Taché, entró en contacto con el Museo de Montserrat, con el que estableció un estrecho vínculo de amistad. Cinco años más tarde, el propio director del museo, el padre Laplana, bautizó en Montserrat al hijo de Scully i Tomasko, Oisin. Como muestra de afecto el pintor donó al museo un importante cuadro que tituló La montaña de Oisin.

En la primera visita de Sean Scully al Museo de Montserrat ya surgió la idea de pintar en la iglesia de Santa Cecilia de Montserrat. Scully quiso ver el templo y quedó prendado de él al instante. Era el sitio ideal para crear algo parecido a lo que Henri Matisse había hecho en Vence, y sobre todo a lo que Mark Rothko, un pintor americano que Scully amaba y admiraba, había realizado en su capilla de Houston (Texas), pero en Santa Cecilia de Montserrat tendría la marca de Sean Scully.

Visita a Montserrat, 2014

Video de la visita del artista Sean Scully el mes de junio de 2014 al Museo de Montserrat y a las obras de restauración de Santa Cecilia.